viernes, 22 de abril de 2011

Había una vez un idiota que se creía príncipe azul, pero con el tiempo se fue destiñendo. Esta historia trata sobre aquellas épocas en donde su gloria reinaba y todas las princesas caían ante él. Sabía el príncipe que ellas sufrían en silencio, pero prefería dejar las cosas así.


A su vez, existió una princesita. Sus ojos verdes encantaban y era una de las más prodigiosas en la escuela de princesitas. Podía tener a cualquier hombre, pero en lugar de eso se las dio por seguir a la fachada de príncipe que se escondía detrás de un sapo gordo y feo. La princesita de ojos verdes llevaba una doble vida. La primera vida era la que todos conocían. La princesa que rara vez acarreaba un problema fuera de lo común y que ignoraba cosas tan insignificantes como el príncipe-sapo. La segunda vida, la que nadie conocía, era la menos llevadera y más difícil. Ella moría por el sapo con imagen de príncipe.

Pasaba noches enteras adorándolo, coqueteando con él. El príncipe estaba comprometido, pero ella aceptó ser su amiga con derechos. Ella intentaba mantener su dignidad, ya que no le gustaba ser la de remplazo, quería que el príncipe se enamorara de ella. Y así fue. El príncipe le dedicó canciones y ella quedaba encantada cada día más. La princesita muy pronto obtuvo lo que quería, sin embargo. El príncipe rompió su compromiso con la otra princesita que se preguntaba qué habría hecho mal. El príncipe le hizo creer a la princesita de ojos verdes que la quería, que su mundo era ella, pero tiempo después pasó lo que tenía que pasar.

El príncipe acabó su relación con la princesita de ojos verdes. Una amiga de la princesita –que en esta historia le pondré el nombre de “la cualquiera”- le contó a la princesita que el príncipe andaba con otra princesita. La princesita de ojos verdes entonces estuvo devastada por mucho tiempo, pero no dejaba que nadie viera lo que en realidad pasaba en su vida de princesita. Mientras tanto, algunas princesitas compañeras de ella en la escuela descubrieron su otra identidad, pero la apoyaron. Poco después, la princesita se enteró que el príncipe fue seducido por la cualquiera, quién se hacía pasar por su amiga. La princesita se enojó mucho con la cualquiera y no le habló más, le odió hasta que su corazón no pudo más por haberle arrebatado a su príncipe, por haberla engañado tan vilmente. Pero la princesita no se dio por vencida y volvió a ser amiga del príncipe. Él le contó que la cualquiera y él habían terminado su relación. El corazón de la princesita saltó de alegría por la noticia, pero no lo demostraba tanto como lo sentía. Mientras más pasaba el tiempo, el príncipe encantó más a la princesa. Al final, decidieron darse otra oportunidad.

La oportunidad no duró mucho, ya que la cualquiera empezó a entrometerse en sus asuntos. La princesita de ojos verdes decidió acabar la relación antes de que saliera lastimada –más de lo que ya estaba-. Una amiga de la cualquiera insultó un día a la princesita. Con la frente en alto y sus ojitos verdes entrecerrados por el coraje, la princesita le respondió con la mayor dignidad que supo aparentar. Sin embargo, la amiga de la cualquiera siguió bajando escalones y se rebajó al lugar de las ratas. La princesita se defendió con la mayor madurez posible, algo admirable en ella. El príncipe estuvo de acuerdo con la amiga de la cualquiera. Eso partió en dos el corazón de la princesita, quien esperaba que él fuese partidario suyo. La defraudó una vez más. El príncipe volvió con la cualquiera. El corazón de la princesita se encogió y exploto ya que no había más espacio para tanto remordimiento. Ya había pasado más de un año y ella seguí luchando por el príncipe. No era una batalla justa.

Ella lo amaba, lo seguía amando, y él, despreciable como solo un demonio sabe ser, la seguía pisoteando como si fuera un trapo de usar y tirar. Pero la princesita siempre estaba ahí para el príncipe, nunca lo dejó caer. El corazón de la princesita se resquebrajó una vez más dado al hecho de que él la ignoraba por meses. Ella se enteró que él había roto una vez más con la cualquiera, pero él seguía sin hablarle. Ella no entendía porque lo amaba tanto, si él era tan malo con ella, si la detestaba. En el fondo el príncipe creía que la amaba, pero uno no puede amar si uno lastima. Eso no es correcto. Una vez más, el príncipe se hizo amigo de la princesa. Intentando no pisar los cristales rotos de su estrepitosa relación.

¡Oh, por Dios! Ha llegado un hada a la ciudad. El hada se dio cuenta de lo que le pasaba a la princesa y le sonsacó más información de lo que ésta le quería dar hasta que se encaró con el meollo del asunto. El hada conoció al príncipe y a la relación de él con la princesa. Le dio el visto malo, a ella no le agradaba el príncipe puesto que ella no veía el encantamiento; ella veía el sapo que se escondía tras él.

El hada tuvo la osadía de faltarle el respeto al príncipe, tanto que se ganó su desprecio, pero a ella no le interesaba puesto que le parecía un troglodita incompetente. La princesita le pedía ayuda para que la juntara de nuevo con el príncipe, pero ella no quería. El hada le quería abrir los ojos a la princesita de ojos verdes para que se diera cuenta con qué clase de escoria estaba tratando, le parecía repugnante. Por otra parte, la princesita le dio a conocer al hada su doble vida. La llevó a donde su vidente, quién tenía frecuentemente sueños de ella y el príncipe, que estaba de acuerdo con que esa relación no funcionaba. Al hada le gustó la vidente, ya que tenía cosas en común con ella y estaba de acuerdo a que esa relación no llevaba a nada. Se resignó a pensar, junto con la vidente, que la tozudez de la princesita la acabaría destruyendo de alguna forma. La princesita obligó al hada a hacerse amiga del príncipe; ella aceptó a regañadientes. La acosaba día y noche intentando saber qué palabras cruzaba con el príncipe, y ella le daba infinitos rodeos antes de proporcionarle tal información. Quería que se distanciara de él, que aprendiera a vivir sin él, porque presentía que algo malo se avecinaba.

El príncipe le contó al hada que ya no quería a la princesita, pero que a la vez sí. Quería distanciarse de toda relación porque “le hacía mal” y que en especial quería distanciarse de la princesita. El hada captó al vuelo que el príncipe se iba a acobardar y que dejaría a la princesita sufriendo, por eso le aconsejó que le dijera a la princesita sobre que iba a abandonar toda relación. El príncipe denegó el consejo y el hada se enfureció con él. Le propuso contarle a la princesita y de paso le advirtió que idiotas como él eran los que sobraban en el mundo. El príncipe sencillamente aceptó que le dijera, como buen cobarde que es prefirió que le dijera otra persona que enfrentarse él mismo. El hada le dijo a la princesita que el príncipe ya no quería tener que ver con ella y la princesita de ojos verdes lloró.

El hastío que consumía a la princesita era indescriptible. Cayó en la agonía y resultó ser que sin el príncipe su corazón casi no latía. Sufría día y noche, lloraba en el hombro del hada que con su esfuerzo lograba consolarla. Sus intentos fueron casi en vano, pues la princesita hoy en día no ha superado al príncipe. Al menos logró sobrellevar su situación y el hada siempre está ahí para cuidarla. El hada nunca dejará que nadie le haga daño, pues ahora está ahí para ahuyentar a todos sapos con caretas de príncipe.

Al final el color del príncipe se destiñó, el dolor permaneció y la herida de un amor perdido cicatrizó. Ojalá y no ocurra lo mismo, pero algo sí sé: La historia del príncipe-sapo se repetirá y acabará con millones de corazones. Solo pido algo, cuídense de todos aquellos que asechan y que solo quieren que caigan, porque si no sentirán el dolor insoportable que vagamente intenté describir con esta historia. Espero que sirva de advertencia.

Lo único que quedó bueno fue la amistad, que siempre estará ahí para secar las lágrimas que el amor pudo derramar.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

By: Una gran amiga-Golden Swan

Piensoenti~

No hay comentarios:

Publicar un comentario